Después de una noche ardiente e infernal en la que las tensiones aumentaron y se revelaron sentimientos secretos, él me expulsó de su vida. Me dio por muerto.
Lo único que me mantenía cuerdo se había ido de repente.
Y la soledad engendra pensamientos viles.
Lo dejé entrar y él me destruyó.
No le importó. A nadie nunca le importó.
Ahora es mi turno.
Después de todo, no tengo nada que perder.